Nuestros mayores
En estos extraños y difíciles momentos de suspensión subjetiva, de incertidumbre generalizada, dónde para cada uno se juega el desconcierto de un futuro incierto, de un posible riesgo para las personas mayores, el malestar se agudiza.
Ellos que organizaron su vida alrededor del padecimiento de continuas pérdidas de todo tipo, pérdidas de cónyuges, hijos que marcharon del hogar, la pérdida del trabajo debido a la jubilación, problemas de salud, todas estas situaciones han ido progresivamente reduciendo sus lazos sociales. A esto se le suma que ahora no pueden compartir ninguna comida familiar, ni estar con sus nietos, salir a la compra, dar un paseo, encontrarse con los amigos a charlar ni asistir a ninguna actividad que les permitía relacionarse con otros.
Las personas de mayor vulnerabilidad en estas circunstancias están redoblando subjetivamente las pérdidas. Sus testimonios transmiten el desamparo en el que se encuentran.
En el relato de la actividad de la vida cotidiana dan cuenta del confinamiento absoluto, tanto físico como psíquico, expresan angustia, temor, desesperanza, soledad.
Muchos de ellos, a pesar de estar confinados, se han organizado muy bien para procurarse lo necesario. Son personas que han vivido situaciones muy difíciles en otras épocas ya pasadas, tienen recursos y sabias experiencias. Todo esto tan necesario para la supervivencia del organismo no calma la necesidad del alma, no reconforta, no impide en absoluto las manifestaciones subjetivas en las que aparece la formulación de preguntas que aún no tienen respuestas y los llevan al desaliento.
“Con la cantidad de comida congelada que siempre tengo para estar preparada para cuando vienen a comer mis hijos, no he necesitado salir aún, pero ¿cuándo acabará todo esto?, ¿cuándo podré volver a estar con ellos?, esto se hace muy difícil”
“Mi hijo pasa una vez a la semana y me deja toda la compra en el ascensor, no llega ni a mi puerta, nos saludamos por la ventana, desde un cuarto piso dónde vivo, siento rabia y mucha tristeza, tengo cáncer y estoy rogando no tener que ir al médico porque si me ingresan ¿qué será de mí? Paso momentos muy duros, esto será largo, el riesgo será alto, el miedo es tremendo, me encuentro bien, pero me falta ilusión”.
“Me siento muy sola, claro que hablo por teléfono con hijos y amigos, pero esto es un encierro, ruego para que acabe pronto, el día se hace muy largo, que tristeza”.
“Estoy pensando en llamar a mis hijos y agradecerles lo que me han cuidado, tengo miedo de que me pase algo y no poder despedirme de ellos, así ya lo habré hecho”.
“Una mañana de hace unos pocos días encontré a mi compañero de toda una vida muerto en la cama, vinieron, se lo llevaron, no desinfectaron la casa, a mí no me revisaron, no sé dónde lo llevaron, no sé si estoy contagiado, no tengo ningún familiar, tengo miedo ¿qué pasará conmigo?”
“Este lunes murió mi marido sentado a mi lado, dijeron que fue del corazón, él ya había sido operado, se lo llevaron, dijeron que me traerían sus cenizas…no sé cuándo, estoy confundida, aturdida, no sé, no paro de llorar”.
Estos son algunos de los testimonios que he estado escuchando estos días y creo que reflejan el sufrimiento por el que están atravesando muchas de las personas mayores en esta coyuntura.
María del Carmen Collado. Equip Clínic CIPAIS
Psicóloga clínica col. 8149. Psicoanalista
Amb la col·laboració de l’Ajuntament de Barcelona i la Fundació “La Caixa”.